DIARIO LA VANGUARDIA
septiembre 2012
Meditación para potenciar el
cerebro
Durante mucho tiempo
la meditación se ha asociado a los yoguis y a los hippies, a posturas raras y
palabras tipo oommm, pero la ciencia demuestra que meditar cambia la estructura
y la función de nuestro cerebro. Se sabía que meditar relajaba, ahora se conoce
que modifica el cerebro
Cristina Sáez
¿A quién no le gustaría trabajar en una empresa como Google? En
sus oficinas centrales, ubicadas en California, disponen de restaurantes,
cafeterías, gimnasios, piscinas, salas de relax y masajes; pistas de
tenis y de voleibol. Incluso hay salas para jugar a la consola, hacer puzles o
construir un lego. La idea es que los geek encargados de seguir haciendo que
Google continúe al frente de la innovación tecnológica en la red puedan tomarse
una pausa cuando estén cansados o agobiados y despejarse. Así, seguro que luego
rinden más y son mucho más eficientes y creativos.
De un tiempo a esta parte, además, entre la oferta de actividades
que proponen a sus trabajadores, hay un curso de meditación. Se llama “Busca en
tu interior. El camino inesperado para conseguir éxito, felicidad (y paz en el
mundo)” y se trata de sesiones orientadas, sobre todo, a enseñar a la plantilla
de este gigante de internet inteligencia emocional a través de la
práctica meditativa. Desde que lo pusieron en marcha, ya han pasado más de mil
trabajadores por estas clases, y hay largas listas de espera cada vez que lo
ofertan, cuatro veces al año. En cada ocasión pueden participar hasta 60
personas y dura siete semanas.
En un reportaje sobre este programa de meditación, publicado hace
unos meses en The New York Times, Richard Fernández, director de desarrollo
ejecutivo y psicólogo de formación, afirmaba que notaba muchas diferencias en
cómo llevaba a cabo su trabajo después de tomar estas clases. Aseguraba que
ahora era mucho más flexible y era capaz de adaptarse mejor a las
situaciones como jefe de un equipo: “Escucho más atentamente y con menos
reactividad en las reuniones”, decía.
Google no es la única empresa que entrena a sus trabajadores en
esta práctica oriental. También lo hace, por ejemplo, el Deutsche Bank. Se ha
comprobado científicamente que meditar reporta muchos beneficios. Hasta ahora,
solía asociarse con la relajación y se sabía que reducía el estrés. Pero
ahora, gracias a las técnicas de imagen cerebral desarrolladas en los últimos
veinte años, se ha podido empezar a demostrar que meditar tiene la capacidad de
modificar la estructura del cerebro y también sus funciones.
Tan sólo media hora de meditación al día basta para aumentar la capacidad de atención y de concentración; también mejorar la memoria y el proceso de toma de decisiones. Y, quizá lo más importante, regular las emociones. Eso hace que, en un equipo, la gente se entienda, sea más empática y se lleve mejor, que esté más avenida y el grupo sea más compacto, lo que repercute positivamente en la calidad del trabajo.
Tan sólo media hora de meditación al día basta para aumentar la capacidad de atención y de concentración; también mejorar la memoria y el proceso de toma de decisiones. Y, quizá lo más importante, regular las emociones. Eso hace que, en un equipo, la gente se entienda, sea más empática y se lleve mejor, que esté más avenida y el grupo sea más compacto, lo que repercute positivamente en la calidad del trabajo.
Cosa seria A pesar de que durante bastante tiempo –e incluso tal vez ahora–
se solía asociar la meditación con los hippies y los yoguis, y muchos
eran escépticos acerca de sus beneficios, lo cierto es que esta práctica empezó
a despertar el interés de algunos científicos hace casi cuarenta años. Richard
Davidson, profesor de Psicología y Psiquiatría de la Universidad de
Wisconsin-Madison, y director del Centro para la Investigación de Mentes
Saludables, fue uno de los pioneros. Cuando al final de su segundo año de
carrera en Harvard, en los años setenta, se fue con su mujer a India y
Sri Lanka, muchos de sus compañeros y profesores pensaron que estaba loco y que
iba a dar al traste su prometedor porvenir.
“El hecho de practicar la meditación era considerado casi una herejía
y estudiarla era un imposible científico. […] Mis mentores en Harvard me
dejaron muy claro que si quería tener una fructífera carrera científica,
estudiar meditación no era el mejor lugar por el que empezar ”, recuerda
Davidson, hoy un prestigioso y conocido neurocientífico, en su último libro
(2012), El perfil emocional de tu cerebro (Destino). Él no cejó en su
empeño. Se pasó tres meses en el Sudeste Asiático, volvió a Harvard, siguió con
sus cursos y practicando meditación en secreto. Aún en la facultad, junto a
Daniel Goleman, el que luego sería el popular autor del superventas
Inteligencia emocional, llevó a cabo un experimento con 58 personas que
tenían diversos grados de experiencia en meditación. Vieron que cuanto más
habían meditado las personas, menos ansiedad padecían y, en cambio, más
capacidad de atención presentaban.
Davidson no era el único científico en aquel entonces que
investigaba la práctica meditativa. Jon Kabat-Zinn, un doctor en Biología
Molecular del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), comenzó a meditar
en 1966 y pensó en aprovechar lo que había aprendido y enseñarlo a otros. Así,
en 1979, fundó el programa Mindfulness para la reducción del estrés, en la
Universidad de Massachusetts, una antigua práctica budista que
Kabat-Zinn pensó que podía aplicarse para tratar a personas que sufrían de este
mal. Hoy en día, esa forma secular de meditación es la más extendida en
centros médicos y clínicas universitarias europeas y de América del Norte.
En 1999 se produjo un paso importante: Davidson y Kabat-Zinn
midieron la actividad eléctrica de un grupo de voluntarios con
electroencefalogramas, de los que previamente habían calculado los niveles de
ansiedad y estrés que sentían. Luego, los participantes empezaron a seguir un
curso de mindfulness. Al cabo de cuatro meses, los dos neurocientíficos
comprobaron que la corteza cerebral encargada de las emociones y de una
mayor o menor resistencia a la adversidad había triplicado su activación.
Además, comprobaron que el sistema inmune de los participantes había mejorado.
El estudio científico de aquella ancestral práctica budista comenzaba a dar
frutos importantes.
Mindfulness o conciencia plena En los últimos dos años, se han
publicado numerosos estudios científicos que demuestran que meditar fomenta la
autoconciencia, la empatía, la memoria, la capacidad de aprendizaje y la creatividad.
Una de estas investigaciones, quizá la más importante, es la que ha llevado a
cabo un grupo de psiquiatras del hospital General de Massachusetts,
liderados por la doctora Sara Lazar, quien afirma que si bien la práctica de la
meditación se suele asociar a una sensación de tranquilidad y relajación
física, se ha visto desde la medicina que también proporciona beneficios
cognitivos y psicológicos que persisten durante todo el día. Y que son esos
beneficios demostrados los que están detrás de la sensación de bienestar.
Para esta investigación, Lazar y su equipo tomaron imágenes por
resonancia magnética de 16 voluntarios dos semanas antes y dos después de que
realizaran un programa de mindfulness de dos meses, en el que se les hacía
meditar unos 27 minutos diarios. Los investigadores encontraron un aumento de
la densidad de la materia gris en el hipocampo, área del cerebro esencial para
el aprendizaje y la memoria, así como en estructuras relacionadas con la
compasión, la introspección y la autoconciencia.
Y no sólo eso. Vieron, además, que disminuía la materia gris en la
amígdala, zona encargada del miedo y del estrés, lo que abre la puerta a
nuevas terapias para pacientes con graves problemas de estrés postraumático
tras haber sufrido una experiencia dura, como un accidente o un atentado. Los
voluntarios también habían mejorado en tareas que requerían atención y
procesamiento sensorial. En las personas de mayor edad, la diferencia era más
que notable, lo que sugiere que tal vez meditar pueda ayudar a frenar el
proceso de reducción del córtex cerebral y el declive cognitivo,
asociado a la edad.
Más atención y concentración El mindfulness o conciencia plena es
una práctica milenaria que hunde sus raíces en el budismo y la filosofía zen.
“No se trata de un método particular, ni tampoco de una técnica –explica Jon
Kabat-Zinn en Mindfulness en la vida cotidiana (Paidós)–. Se trata de estar
abierto a jugar con la posibilidad de darte cuenta de qué estás sintiendo en
cada momento y no intentar sentirse diferente”. Básicamente, tiene que ver con
concentrarse en una imagen, un sonido, o en la respiración propia. Aunque a
simple vista parece demasiado sencillo, lo cierto es que esta práctica parece ejercitar
partes del cerebro que nos ayudan a prestar atención. Por ejemplo, en diversos
centros de Estados Unidos se han llevado a cabo algunos estudios en los que
emplean técnicas muy sencillas de meditación con niños de cuatro años. Les
ponen una piedra pequeña en la barriga y les dicen que deben concentrarse en
esa piedra mientras respiran. Después de unas semanas, los pequeños mejoran su
atención en clase, se concentran más y son más creativos.
“La atención es la clave para aprender y la meditación te
ayuda a regularla”, afirma Richard Davidson, director del Laboratorio de
Neurociencias afectivas de la Universidad de Wiscosin. Pero ¿en qué consiste
exactamente meditar? Constanza González, psicóloga clínica (Sentit.es), explica
que meditar es “un espacio para poder detenerse y darse cuenta de lo que está
pasando en nuestro interior. Una vez te detienes, puedes observar con qué actitud
vives lo que estás viviendo y te permite tomar decisiones respecto a muchas
cosas. Es, simplemente, el ejercicio de estar presente, de observar, sin
juicios”, razona.Y pone un ejemplo a modo de metáfora: “Imaginemos a una
persona que trabaja en el campo, realiza mucho trabajo físico. Al llegar a
casa, se detiene, se sienta en el sofá y descansa. Meditar es parecido a eso.
Es no pensar en lo que tienes que hacer, en lo que has hecho, en lo que
dijiste, en lo que te dijeron. Es, simplemente, estar presente viendo qué
sucede aquí y ahora”. Un ejercicio muy sencillo consiste en prestar atención
a la propia respiración. El estar concentrados en inspirar y expirar nos genera
calma, sosiego y nos permite descansar, porque dejamos de darle vueltas a
aquellas cosas que nos preocupan para prestar únicamente atención a la respiración.
Y este ejercicio tan simple puede potenciar nuestra creatividad, puesto que
cuando estamos obcecados con algo, no podemos abandonar el lugar en que estamos
y cambiar de perspectiva para ver las cosas de otra forma. “La meditación
–destaca la psicóloga Constanza González– nos permite abrir el espacio
necesario para ver con claridad”.
Silencio en medio del zumbido “A lo largo de toda mi vida he tenido
como un zumbido en la cabeza. La práctica meditativa ha hecho que en tan sólo
unas cinco semanas se haya empezado a crear un silencio en mi interior.
Ahora noto quietud, tranquilidad, y eso me da mucha perspectiva y me permite
estar mucho más sosegado”, explica Vicenç Castellano, el que fuera el popular
presentador del espacio televisivo Ajuste de cuentas, y hoy en día al frente de
Traders International, un programa on line para aprender a invertir en bolsa y
convertirse en trader profesional.
Hace un año que este experto en economía practica meditación de
manera regular entre una hora y una hora y media. “Se trata de aquietar la
mente, observando los pensamientos, sin quedarte atrapado en el proceso del
propio pensamiento. Es observar el propio proceso de pensar”, añade. Para
Castellano, la meditación es, además, su arma secreta para ser más creativo en
su trabajo y no dejarse secuestrar por las emociones en su vida diaria.
En lugar de reaccionar, su opción es actuar. “Como estás mucho más sereno y
estás centrado, las ideas fluyen”, considera. “Los pensamientos son como una
línea de puntos seguidos que bombardean continuamente a la mente muy
rápido. Pero si te quedas observando los pensamientos que vienen y van, puedes
alejarte de ellos. Y llega un momento en que el bombardeo empieza a disminuir y
te das cuenta de que entre pensamiento y pensamiento hay algo mágico: un
espacio de consciencia“.
Otros beneficios Andrés Martín Asuero (Andresmartin.org) es uno de los principales
expertos que hay en España en mindfulness y en terapias de reducción del estrés
y del dolor, y se formó junto a John Kabat-Zinn. Lleva décadas estudiando,
practicando y enseñando esta tradición y cuenta que el sosiego, la
creatividad y el ser capaces de actuar y no de reaccionar, son tan sólo algunos
de los efectos positivos que produce meditar. También, asegura, disminuye el
nivel de cortisol en sangre y eso, a su vez, disminuye el estrés. El cortisol
es una hormona neurotóxica capaz de arrasar las terminaciones neuronales
y disminuir así la capacidad de memorizar y de aprender.
Además, en un trabajo llevado a cabo con la Universidad del País
Vasco y el Colegio de Médicos de Bizkaia, ha demostrado que meditar baja la
tensión arterial y mejora el sistema inmune. “El cortisol afecta a nuestras
defensas, de manera que si conseguimos reducir el nivel de esta hormona tóxica,
también mejoramos nuestras defensas naturales contra las enfermedades”,
dice Martín, autor del libro Con rumbo propio (Plataforma).
Meditar también beneficia nuestra capacidad empática. Al
ser capaces de calmar la mente, podemos estar en contacto con nosotros mismos y
al mismo tiempo con los demás, como demostró un experimento emprendido por Andrés
Martín con 84 profesionales del ámbito de la salud en Barcelona. Entrenó a
médicos y enfermeras durante un año en mindfulness y al acabar el programa
estos afirmaban sentirse menos irascibles y ansiosos; consiguieron reducir el
estrés que sentían y, sobre todo, aumentaron los sentimientos de empatía y
compasión, esenciales para tratar con los enfermos. “En un centro hospitalario
siempre se producen situaciones de estrés –relata Toni Prats, jefe del servicio
de anestesiología, reanimación y terapéutica del dolor del hospital
Asepeyo de Sant Cugat (Barcelona)–. El nivel de exigencia es alto, hay
situaciones de nervios y a veces la gente pierde los papeles”. Hace dos años,
Prats, que es también instructor en mindfulness, empezó a explicarle a sus
compañeros del hospital qué era aquello de meditar y los invitó a participar en
un curso. Para su sorpresa, el éxito de la convocatoria fue rotundo y desde
entonces, repite cada cierto tiempo este entrenamiento.
“Meditar hace que entres en la habitación de un paciente prestando
plena atención a aquella persona, sin estar pensando en el otro que acabas de
dejar en la habitación contigua o en la operación que tienes luego. Con
entrenamiento, somos capaces de percatarnos de que, tal vez, lo que le sucede a
ese paciente es que tiene miedo, que está ansioso ante una posible
intervención. Entonces podemos conectar con esa persona”, cuenta Prats. El año
pasado, este médico anestesista que practica meditación desde hace años cada
día y que es ahora también instructor, puso en marcha un programa piloto en el
hospital. Se trataba de un curso de tres semanas dirigido a familiares de
pacientes con daño cerebral, para ayudarlos a sobrellevar la situación a que
debían enfrentarse. Y los resultados fueron muy positivos. También Kabat-Zinn
llevó la meditación a los hospitales; entrenó a pacientes que debían operarse y
que presentaban un nivel de ansiedad y angustia elevado en prácticas
meditativas, y así consiguió aliviarlos.
Aunque, lo que de verdad es importante, señala la psicóloga clínica
Constanza González, no es tanto lo que sucede cuando uno medita, sino después,
justo cuando retomamos nuestra vida y empezamos a resolver y a encarar
las cosas desde esa perspectiva. Se trata de detenernos para poder actuar y no
dejarnos llevar por la inercia que, a menudo, nos hace sufrir. Meditar
para cambiar nuestro cerebro y cómo funciona, y entonces, así, cambiar nuestra
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario